martes, 9 de febrero de 2010

Profesionales de la Historia


Tras un breve periodo de cuatro años en la Facultad de Historia de la Universidad de Barcelona, me licencié en esta carrera el pasado mes de septiembre. La emoción por licenciarme se dio de bruces con la realidad laboral que ofrece la misma: escasa o nula oferta de trabajo. En honor a la verdad, el toro no me cogió por sorpresa. Las carreras de letras en éste país están infravaloradas, ¡qué se le va a hacer! Pero sin duda, es una lástima que ello sea así. ¿Por qué? Las carreras técnicas gozan de buena salud y reputación, y todo el mundo quiere acceder a dichos estudios. En carreras de letras como Filosofía e Historia, están los futuros parados de la sociedad, los pensadores del absurdo, etc… Sin duda hay gente que estudia Historia por estudiar algo en la vida –en España tenemos titulitis aguda-, y luego acaba por no hacer nada en la vida, o por el contrario, buscar nuevos retos –muchos licenciados en Historia se pasan al sector aéreo a ejercer de controladores-. Otros pocos, se marchan como docentes de secundaria –horarios estupendos y muchas vacaciones- y los menos optan por la educación superior o universitaria. Pero, ¿por qué no pueden estos profesionales de la historia acceder a puestos como los de banqueros, gestores, etc…? La respuesta, a priori es sencilla, porque no tienen estudios que acrediten el suficiente conocimiento sobre banca, acciones, head funds, etc…Craso error, sin duda, ya que si se realizasen planes educativos transversales, muchos estudiantes de Historia podrían colocarse en empresas, que no sean precisamente de gestión cultural. El historiador debería seguir los preceptos de los Annales franceses, en donde historiadores de la talla de Lucien Febvre y March Bloch, apostaron por la llamada “historia total”. La historia como ciencia, debería abarcar conceptos básicos de derecho, economía, sociología, geografía, etc…y no limitarse únicamente a su campo, es decir, la crónica de los sucesos, e hilando un poco fino, nos referimos a las crónicas oficiales –macrohistoria-, olvidando la crónica local o microhistoria –Carlo Ginzburg es de los pioneros en el llamado concepto microhistoria-.
El historiador según la prestigiosa Escuela de los Annales debe ser versátil, dinámico, atento a la realidad que le envuelve, y sobretodo consciente de que si se limita al estudio único de la Historia, se perderá muchos conceptos básicos, como por ejemplo: la letra de cambio, el contrato de arras, el censo, etc…El historiador no debería ser como Fabricio del Dongo en la batalla de Waterloo, y no enterarse de si realmente estuvo o no allí, si vio a Napoleón o no, etc…El historiador se debe hacer notar precisamente por su capacidad de observación de la realidad, y no precisamente por pasar por la vida como un pasmao.
Desde aquí animo a mis colegas académicos a continuar sus estudios académicos, y a proseguir la búsqueda de ese saber. La historia como ciencia no puede autolimitarse, debe expandirse en todas direcciones. Hay que ser crítico y asumir críticas. El historiador es un ojo que muchas veces se pierde en subjetivismos, y que otras veces se pone el parche para no ver la realidad. Dijo hace muchos años, el historiador británico y comunista E.H.Carr, que: “antes de estudiar historia, hay que estudiar al historiador”. No tengo nada más que decir.

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