domingo, 17 de abril de 2011

Vidas paralelas: Jack London y Pío Baroja

Jack London: vitalista norteamericano; Pío Baroja: vitalista hispano. Las líneas que a continuación escribimos son un mero esbozo de un pensamiento que nos ronda por la cabeza desde hace tiempo. A lo largo de una serie de artículos que desarrollaremos en un futuro próximo, queremos demostrar, a través de esta comparación literaria, que primero: Baroja era un escritor con una fuerza critica brutal, tosca, pero auténtica y segundo: que el enfoque que se ha querido dar al final del siglo XIX español, puede estar equivocado y/o sobrevalorado. El conflicto planteado en aquel entonces por gente tan ilustre como Miguel Unamuno (españolizar Europa) y José Ortega y Gasset (europeizar España), puede que no fuera tal en realidad (un debate estéril, fuera de lugar). Spain no fue different en aquel entonces al resto de países de su entorno, ni siquiera de los lejanos Estados Unidos de América. Estudiando el movimiento obrero en Occidente, y siguiendo el rastro -escrito- de cronistas como Baroja y el propio London, estamos seguros de poder ofrecer una nueva perspectiva a la cuestión planteada.
Tanto el estadounidense como el español fueron escritores de reputación, y ambos denunciaron la cruda realidad de la clase obrera, tanto en los EEUU e Inglaterra (El pueblo del abismo), como en España. El vitalismo (élan vital) fue una corriente filosófica propia de finales del s. XIX, que se dejó sentir en ambos lados del Atlántico, y nuestros autores no fueron ajenos a dicho movimiento, a pesar de que London fuera de origen californiano (San Francisco, costa del Pacífico). Dos obras concretas sirven para demostrar lo que afirmamos. El autor de “La llamada de la Selva”, es decir, Jack London, consiguió transmitir toda su fuerza lírica en apenas ciento cincuenta páginas, y plasmar la realidad, ¡la dura realidad!, de Buck, un perro (alter ego), que se va asilvestrando conforme se va desarrollando la novela, puesto que la sociedad lo rechaza, no le permite domesticarse (socializarse) y además no para de darle golpes (recordemos la Ley del garrote). Por el contrario, el autor de la “La Busca”, Pío Baroja, en apenas trescientas páginas denuncia la realidad social a través de la experiencia vital de Manuel (alter ego), un niño. Los ojos de Manuel son inocentes y puros, pero no se quejan ante todas las desgracias que le ocurren (muerte de su madre, vagabundeo por Madrid sin techo alguno donde dormir, convertirse en trapero, etc., etc.). Buck y Manuel, respectivos alter ego de London y Baroja, son de espíritu recio y austero. En la crítica social, coinciden los autores, y además, y esto es algo que puede servir de reflexión, nunca, nunca, Baroja y London hacen pedir perdón a Manuel o Buck por haber existido. La vida es quehacer, nos decía Ortega en Historia como sistema, a lo que añadimos, ¡que no quejarte! Y nuestros personajes no se quejan, ¡luchan! El californiano y el donostiarra denuncian la sociedad industrial que ha generado una ingente masa demográfica (obrera), como consecuencia del capitalismo liberal y agresivo de finales del s. XIX, pero en ningún momento hacen compadecerse de su suerte a sus respectivos alter ego. La no queja es una señal inequívoca de lucha.
La crítica literaria ha sido más generosa con London que con Baroja. Ambos demostraron tener un amor inmenso por sus semejantes, y curiosamente, ambos tuvieron un marcado carácter antisocial. Paradojas del destino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario