viernes, 5 de marzo de 2010

Quid est veritas?


El revisionismo de la historia de México que realiza José Vasconcelos en su libro titulado, Breve Historia de México, nos muestra los errores cometidos por unos y otros -conquistadores y conquistados-, mostrados desde una asepsia absoluta. Vasconcelos es capaz de decir: “los dos pueblos más penetrados de la influencia española, México y Perú, se resistieron a la independencia y la debieron a esfuerzos del exterior. Al Perú lo libertaron colombianos y argentinos. México se libertó cuando ya no podía menos que hacerlo. Si la emancipación hubiese sido el efecto saludable del desarrollo, es evidente que México y el Perú, los pueblos maduros, habrían sido centros de la guerra independiente y promotores en el resto del continente. Al contrario, vemos que la revolución triunfa en los pueblos menos bien integrados, más expuestos a los efectos de la penetración extranjera.”
El autor remarca las diferencias entre colonialismo latino –español- y anglosajón –Inglaterra y EEUU-, y dice: “para que Morelos, por ejemplo, fuese comparable con Washington se hubiese puesto a reclutar negros y mulatos para matar ingleses. Al contrario, Washington se desentendió de negros y mulatos y reclutó ingleses de América, norteamericanos que no cometieron la locura de ponerse a matar a sus propios hermanos, tíos, parientes, sólo porque habían nacido en Inglaterra.” No está nada mal esta aseveración. El resentimiento nos ha separado a los españoles de España y de América, ahí no hay vuelta de hoja. Ahora bien, aparecen figuras como la del mexicano José Vasconcelos y el poeta nicaragüense Rubén Darío, y vemos que la homogeneidad en el sentimiento antiespañol no es uniforme.
Un poco más adelante, Vasconcelos asevera: “gachupines eran del todo o en parte, por lo menos, cuatro de los seis millones de la población. No había mexicano que no tuviese una parte de sangre española. No es de extrañar, entonces, que el grito maldecido de la plebe que seguía a los insurgentes provocase una reacción indignada en la parte consciente del pueblo”. El grito de guerra no era otra que el de “mueran los gachupines”, es decir, los españoles. Por desgracia, las matanzas indiscriminadas de españoles nacidos en México fueron múltiples –los españoles, ¿de España? también asesinaron a mexicanos-españoles por doquier, no lo olvidemos-. Esta guerra fratricida, llevará a decir al que fuera rector de la UNAM: “es evidente, pues, que una población española de América, en prosperidad y opulencia, nos habría ayudado a defendernos a nosotros de nuevas conquistas. Necesitábamos una refacción continua de españoles europeos que venían a formar famílias nuevas, a medida que las formadas por sus predecesores caían en la desidia o en la indigencia.”
Se está celebrando el bicentenario de la independencia de México (1810-2010), y la historia de México se falsea otra vez: www.bicentenariomexiquense.org/site/paginasbicentenario.php
Estoy convencido de que el licenciado José Vasconcelos, hubiese rechazado éste tipo de actos en honor a la verdad. Los intereses personales oscurecen la independencia de México, que hubiera alcanzado la independencia a pesar de los Hidalgo, Morelos –su obstinación antiespañola, le llevó a canjear el territorio de Texas a los norteamericanos por armas con los que combatir a los españoles. El general Santa Anna y el affair de Texas, serían simplemente la culminación de un largo proceso de ¿traición? a la patria mexicana por parte de los libertadores, o mejor dicho, liberticidas-, Francisco Javier Mina, de Mier, etc…

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