lunes, 27 de febrero de 2012

Una ofensa en el espacio-tiempo

Emilio Sánchez Pastos, en La Vanguardia de 13 de septiembre de 1925, dejó escrito: En ningún país de Europa se abusa tanto de la palabra reaccionario como en España; desde hace muchos años este calificativo es el que más ha ofendido a los gobernantes que han hecho lo posible para no merecerlo. Los partidos o gobiernos del sector liberal no han cometido pecado mayor en el poder que abandonar los medios de ejercer la autoridad para que en ningún caso se les pudiera aplicar un calificativo de que tanto se han valido los radicales para motejar a los gobernantes.
Leyendo estas palabras a principios de 2012, creo que la descalificación de reaccionario sigue estando en boga en el seno de la sociedad española. Cualquier español es susceptible de ser catalogado de opuesto a las innovaciones, que dice el Diccionario de la Real Academia, vamos… ¡qué el temor sigue latente en nuestra época!
En España ser binario resulta algo habitual, entendiendo por binario como algo compuesto de dos elementos. Si una persona se dice reaccionaria o conservadora, automáticamente pensamos en alguien malo –tipo el ultraderechista y fanático religioso noruego Anders Breivik-; si por el contrario pensamos en una persona que se dice justamente lo contrario, es decir, progresista, pensamos que esa misma persona es buena –un claro ejemplo de ello es la figura de John F. Kennedy-. Ciertamente pensar algo así es bipolar… lamentablemente. He de decir que tanto el progresismo como el reaccionarismo son hijos de su tiempo, y los tiempos que corren son líquidos, como bien nos recuerda el sociólogo Zygmunt Bauman. Lo que ahora mismo resulta progresista, puede resultar que por la tarde sea conservador, convirtiendo de facto a los defensores del progresismo en reaccionarios a ultranza.

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