jueves, 26 de enero de 2012

Elogio a los desaparecidos

Leo con profunda tristeza en La Vanguardia la muerte del sacerdote José Luís Martín Vigil. Recuerdo que leí Primer amor, primer dolor, durante mi estancia en Newbridge College, Co. Kildare, Irlanda. En la enorme sala de estudio, conocida como Study Hall, descubrí la literatura española de posguerra, principalmente a Delibes (El Camino) y al ahora malogrado Martín Vigil, bueno, hace un año.
Dice la canción: algo se muere en el alma, cuando un amigo se va, y va dejando una huella que no se puede borrar. Muertos Martín Vigil y Miguel Delibes, puedo decir oficialmente que mi primera juventud se ha marchado para siempre. Las pocas veces que he releído estos clásicos, es como visitar a un viejo amigo al que hace mucho tiempo que uno no ve. Tras tantos años no hace falta abrir el libro por la primera página, uno lo puede hacer por donde le parezca oportuno. El hilo argumental no se pierde jamás por la apertura azarosa del mismo.
Adiós José Luís, adiós Miguel…

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